Yo tenía un amigo que, cuando conocía a alguien, y a modo de calibración, le hacía las siguientes tres preguntas, seleccionadas en su piso compartido de estudiantes por los habitantes (supongo que un poco gafapastas pero con sentido del humor o fervientes del Trivial, no sé):

¿Quien era y que hacía Bela Bartok?

¿De qué te suena (si te suena) Gropius?

¿Conoces una tal Joyce que era escritor? El que su nombre de pila era…  era…

Estas sobradas nos las perdonábamos mutuamente porque para eso teníamos veinte años. Ahora en cambio las perdonaría bastante menos.

Tan es así que ya sé cual va a ser mi test para distinguir al humanista petardo, al que provisionalmente llamo así porque no he encontrado una denominación corta y ajustada.

Mi humanista petardo es el tipo que considera como su Tabla de los Diez  Mandamientos  al Diccionario de la RAE y en cambio desprecia la Wikipedia por «poco rigurosa» .

Además, da para reir, y eso es más saludable que aguantarse las ganas de darle de hostias por botarate.

Lo malo de esta gente es que, además de los maestros Ciruela que pretenden enseñar a Padre a hacer hijos, y que se han autonombrado Amos Del Calabozo De La Lengua, con derecho a zurriagazo a los ciudadanos, hay un montón de discípulos bienintencionados que están convencidos de que aquéllos tienen derecho a sentar cátedra, como pasó este día en el por otra parte excelente blog Enchufados.
O, más raro aún, hay discípulos más papistas que el papa, dispuestos a reprochar a los Amos que no son bastante duros y se dejan llevar últimamente por la benevolencia, como SuperSantiego, al que no le gusta que le dejen hablar a su gusto. Lo que para un aspirante a escritor es un poco raro. La vida es efectivamente estupefaciente.

Bien. El test:
¿Te parece que debemos usar sólo palabras que estén en el diccionario de la RAE?

¿Crees que ser académico da autoridad para decirle a los demás cómo deben hablar su lengua?

¿Has consultado palabras con algún significado técnico o científico y no te ha dado la risa?

¿Crees que la entrada de la RAE para dinosaurio, por ejemplo, es tan buena o mejor que la de Wikipedia?

¿Crees que los que ignoran a la RAE es porque tienen prejuicios ideológicos, pero que la RAE es exquisitamente neutral, pura ciencia lingüistica?

Respuesta: Cuantos más síes, más cerca estás del ideal de humanista petardo.
A mandar.

Este fin de semana un amigo (que no tiene hijos) me contaba que fue a su antiguo instituto de secundaria -en el centro de Madrid- por algo relacionado con su trabajo, y charló un ratito con la directora, mientras daban una vuelta por el vestíbulo y zonas comunes.
Me contaba su cierta extrañeza e incomodidad por las palabras -y el tono general- de la directora cuando comentaba algunas cosas de su centro, de este tenor:
«Sí, es verdad que los grupos de la ESO los hacemos más o menos homogéneos en cuanto al nivel y demás, pero es que si no no se puede hacer nada… no, claro que estar en el grupo malo no les perjudica a los que están en él… si de todas maneras no van a hacer nada, ni van a llegar a ninguna parte… son ellos los que se buscan que se les considere así… y para algunas asignaturas tenemos desdobles y todo, porque vamos bien de plantilla, pero ¿para qué? ¿tú has visto semejante despilfarro de dinero público, lo que cuesta una plaza para estos, y para nada? Es un desperdicio que estén aquí»

Hace poco, en un comentario a una noticia en Público, el comentarista, que se declaraba profesor de biología, declaraba con total tranquiliad de conciencia y lleno de santa indignación, que él «solo quiere dar clase a los buenos alumnos» y que quizá «uno de cada veinticinco» es tan excelente alumno como para darle alguna compensación a su trabajo.

Ni lo que hacen en ese instituto (clasificar los grupos de cada nivel en «bueno» «mediano» y «malo») ni los comentarios y la actitud de estos profesores son una rareza: por el contrario, están más que extendidos, y son casi el punto de vista «por defecto» que se oye y se lee en los medios y en internet. Mi amigo, profano en estos temas y ajeno relativamente a los tópicos y polémicas del negocio, por no tener hijos, la cosa le sonaba rara de narices y le ha dejado perplejo.

Pues no hay de qué extrañarse. Esto es como si oyeras a los médicos del ambulatorio quejarse de los enfermos graves y decir que sólo quieren tratar resfriados y luxaciones. Como si oyeras a los bomberos declarar que no piensar ir más que a los fuegos pequeñitos y, ojo, que no hayan sido provocados por negligencia o imprudencia. Como si los conductores de autobús de la EMT dejaran claro que sólo piensan llevarlo cuando no llueva y haya al menos diez pasajeros.

Vamos, que es lo normal. El dinero público no está para malgastarse con enfermos graves que encima quizá no se curen, ni para emplear grandes medios en fuegos grandes que por añadidura quizá sean provocados, ni para dar servicios de transporte con mal tiempo y a las 11 de la noche, que hay tres viajeros.

A ver si no. Todos los días oimos cosas así, y eso es velar realmente por el interés público…

Larra ya nos lo explicó inmejorablemente:
Vuelva usted mañana, porque hoy ya me ha hecho trabajar mucho.
Vuelva usted mañana, porque yo no hice una oposición de nivel universitario para servir a los chonis, que no son de los nuestros.
Vuelva usted mañana, porque no da usted la talla.
Vuelva usted mañana, cuando sepa lo suficiente para no incomodarme a mi enseñándole.

En fin, vuelva usted si es un buen alumno y por tanto no me necesita. Si me necesita, no vuelva usted.

Por lo general encuentro poco que leer en El País Semanal, pero Javier Cercas suele estar entre ese poco. Esta semana (no está el enlace disponible aún en la edición digital) Javier Cercas, a cuenta de la oposición entre «lo real» y «lo simbólico», dice:

Desde hace más de dos siglos se sabe que el principal problema de este país es la educación: el desprecio por los valores del esfuerzo y el conocimiento y la falta de respeto por quienes tratan de inculcarlos (…) Sin embargo, a juzgar por los resultados de los estudios que periódicamente leemos en la prensa -y que periódicamente nos sitúan a la cola de los países de nuestro entorno en materia educativa-, no parece que haya servido de mucho; la razón es que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace; o, lo que es lo mismo: la razón es que, dado que en política las convicciones son poco más que símbolos y los presupuestos son la realidad, en materia educativa los políticos han tendido a actuar como fanáticos de lo simbólico. No hay duda de que las convicciones del nuevo ministro son excelentes: vindica el esfuerzo y la disciplina, clama por un pacto que no obligue a cambiar de modelo educativo cada vez que cambia el Gobierno, pretende remediar la induficiencia de medios en escuelas y universidades. Excelente: ahora sólo falta convertir esas convicciones en presupuestos, esos símbolos en realidad.

Ay, Javier Cercas. Por muy de acuerdo que esté contigo otras veces, esta vez me parece que no haces más que repetir los tópicos que oyes y lees a todas horas (entre otros sitios en tu propio medio).
Empiezo por lo más fácil: ¿es cuestión de dinero? Efectivamente, hasta cierto punto es cuestión de dinero, y España no destaca por estar entre los primeros tampoco en el dinero que se gasta.
Pero algunas Comunidades Autonomas se gastan bastante dinero, y siendo sus resultados algo mejores que la media, tampoco son espectacularmente mejores.
Luego otras Comunidades Autónomas, empezando por Madrid, efectivamente se gastan demasiado poco, ridículamente poco podriamos decir. Pero ¿cómo va a arreglar eso el ministro de Educación del Estado, estando casi todas las competencias y el gasto transferido?
Ahora se va a gastar el Estado efectivamente una pasta (según parece) en comprar a cada alumno de once años un portátil. ¿Sirve eso para algo, en ausencia de otras medidas, de un proyecto donde el portátil sirva para algo, de unos maestros que sepan usarlo y sacarle partido? Lo veremos, pero creo que servirá para muy poco.
O sea, que es cuestión de dinero, pero sólo en parte, y en una parte muy pequeña en lo que depende directamente del ministerio.

Y luego el bendito mantra «Esfuerzo, Disciplina y Respeto a los Enseñantes». Pues nada, contestemos «Sin pecado concebida» y a seguir con lo mismo.
Esa memez la leemos doscientas veces al mes y parece que nadie se molesta en pensar un poco sobre lo que puede significar.

¿Esfuerzo y disciplina por parte de quien? Se sobreentiende siempre que por parte de los alumnos.
Pero es el caso que en el sistema las variables que se supone que el poder público controla son las de sus propios recursos y empleados. Por tanto, de quien debiera poder obtener esfuerzo y disciplina es de éstos, incluyendo profesores, no docentes y burócratas. De eso no se oye hablar nada.
Porque si sólo el esfuerzo y disciplina de los alumnos fuera suficiente, sería signo claro de que el sistema educativo en su conjunto más bien está sobrando, puesto que no aporta nada ni supone ninguna diferencia.

¿Y el respeto? ¿Qué respeto tiene por ejemplo por los enseñantes de primaria quien les proporciona y exige una formación insuficiente y les considera de menos categoría estatutaria y salarial que el resto de los profesores? ¿Por qué no es «maestro» el calificativo y la categoría más honrosa, como lo es en la música y otras artes, de modo que todos los profesores se esforzaran por ser y parecer maestros, en lugar de hacer lo posible para no ser tales ni que por tales se les considere?

El último tópico penoso es ese de que en España hay un vaivén de modelos educativos cada vez que cambia un gobierno. Pues no, no hay tal. Las leyes educativas cambian unas pocas cosas, más bien sobre el papel que sobre la realidad (más bien en el terreno «simbólico» que diría Cercas). Pero el modelo educativo como tal, viene a ser el mismo, con pocos cambios, que era en 1880.
Cambia el detalle y el contenido de algunas ordenanzas. Pero no cambia el concepto mismo de reglamentismo cominero y cuartelario, ni la equivocada convicción de que ese detallado y autoritario reglamentismo es la esencia misma del «sistema educativo» y aquello en lo que consiste.

Y todos esos reglamentos se podrían comparar con un cuartel donde se dispusiera hasta el mínimo detalle del servicio de comedor, el orden de los tenedores y el protocolo en la mesa de los reclutas, mientras a nadie le preocupa que el rancho sea asqueroso y las cucarachas corran por todas partes. Porque, ¿donde está la evaluación del sistema como tal y de cada centro, departamento y profesor? ¿dónde la justificación de cada parte del irracional curriculum? ¿dónde los protocolos para tratar a los que no hablan el idioma, para detectar la dislexia o la mala vista u otro problema de aprendizaje? ¿dónde tantas otras cosas que enumerarlas sería cansino?

¿Cuáles son las nuevas obligaciones de un bloguero novato?

1. Aprender a usar el editor de WordPress, desde luego. Con todos los aparentemente infinitos cacharritos, temas, personalizaciones y posibilidades. Un juego de nuevas habilidades que a quien maneje las hojas de estilo y el html a pelo parecerán de párvulos…

2. … Yo estoy en párvulos. En primero de párvulos.

3. ¿Repasar las instrucciones de bondadosos blogueros veteranos, como éstas?

4. ¿Buscar un título al blog, ni engreído, ni rutinario, ni exquisito? ¿Ni igual ni muy diferente?

5. Echarle la culpa a alguien: eso lo tengo fácil, el culpable principal es pablo palenzuela, el titiritero lógico.

Y por eso ya tengo otra lista de cosas que hacer. Hacer listas de tareas es un placer adictivo. Hacer las tareas es una maldición. La maldición para mañana.

Un tipo va al psiquiatra y le explica: "Doctor, mi hermano está loco. Se cree que es una gallina" "Mmmm... -dice el doctor- tendría que traerle para tratarle, tal vez internarle..." "¡Doctor, eso no puede ser! -le contesta el otro- Verá... es que necesitamos los huevos"

Pensamos que no vamos solo a comentar en otros blogs...